CIRCO ROMANO DE TARRACO (Tarragona)
Ver hilo de Twitter TARRAGONA DE PASO, edificios de espectáculos y materiales constructivos en la antigua Roma
Rambla Vella, 1C – Tarragona
Arquitectura clásica. Edificio de
espectáculos del Alto Imperio
Domiciano, siglo I
La
denominación de circo y el martirologio cristiano inducen a un error común: esta
construcción no se destinaba a espectáculos violentos (aunque excepcionalmente
también) sino a carreras de carros (ludi
circenses): cuadrigas (4 caballos) y bigas (2 caballos). Estas
competiciones, con mucho las más populares entre los romanos, imponían unas
dimensiones gigantescas al edificio, de varios centenares de metros de
longitud.
Su
forma era rectangular y muy alargada, presentando uno de sus extremos curvos y
el otro plano ligeramente desviado. Rodeado de gradas (cavea) de hasta una altura de tres pisos (ima, media y summa cavea)
alojaba a los espectadores por su categoría social. En lugar preferente se
situaba la tribuna (pulvinar) que
albergaba a las autoridades, los jueces y los promotores de las carreras. Separada
de las gradas por un muro de varios metros de alto (podium), la arena se extendía en torno a un muro central (spina) coronado de elementos decorativos
(obeliscos, estatuas…). En el lado menor plano se encontraban las caballerizas
de salida (cárceres) en cuyo centro
se abría la puerta pompea. Estaban ligeramente ladeadas hacia la dr. para
igualar en algo el arranque de la carrera que se desarrollaba en sentido
levógiro. Cada extremo de la spina se denominaba meta. En el centro del lado curvo, la puerta triunfal daba paso a
los vencedores hacia la ciudad.
Esta
disposición en poco difiere del estadio (carreras pedestres y otras pruebas
deportivas olímpicas) que ya usaron los griegos. Pero es mucho más grande (el
de Tarragona tenía 325x125 m.) y lo más novedoso: la cavea no estaba excavada en el terrero sino que se levantaba sobre
una superposición de galerías abovedadas y sostenidas por arcos. Es por tanto
una auténtica construcción. Los romanos, siempre con gran admiración por los
griegos y un punto de complejo de inferioridad, si no innovaron en lo estético
sí lo hicieron en la ingeniería.
Posiblemente
heredado de los etruscos, perfeccionaron el uso del arco de medio punto y de
todas las bóvedas derivadas del mismo: la de cañón, la vaída, la semiesférica,
la de horno, la de aristas. Porque la creación de grandes espacios habitables,
que eso es en definitiva la arquitectura, pasaba por superar las estructuras
adinteladas tan queridas por los griegos pero que imponían interiores bajos y
angostos, y desarrollar las abovedadas, más complejas técnicamente pero más
generosas con los espacios interiores.
Pero
este carácter práctico de los romanos les llevó también a innovar en el uso de
los materiales. Ni madera (fácil presa del fuego) ni sillares marmóreos (caros
y presa fácil del saqueo arquitectónico). Así inventaron una suerte de
hormigón, el mortero romano: una mezcla de cal viva, arena volcánica, agua y
todo tipo de cascotes, capaz de fraguar incluso bajo el agua, barato y duradero
en extremo. Y generalizaron el uso de ladrillos, planos y grandes como
baldosas.
Llamaron
opus a la técnica constructiva con
estos materiales que admitía todo tipo de combinaciones: sillares, sillarejos,
mampostería, ladrillos, mortero… (opus
quadratum, opus reticulatum, opus testaceum,
opus incertum, opus mixtum… y si era
necesario se revestía este trabajo poco vistoso con placas de mármol. En la
mayoría de las construcciones romanas, hoy ha desaparecido este revestimiento
rico, pero sobrevive el núcleo soldado con mortero.
El
circo de Tarraco apoyaba en parte su cavea
norte en un talud bajo el Foro Provincial. La sur era plenamente constructiva y
se levantaba sobre dos pisos con la típica superposición romana: dintel sobre
arco de medio punto y gruesos pilares con columnas clásicas adosadas.
En
definitiva, una hábil mezcla de hallazgos mesopotámicos (ladrillo), egipcios
(monumentalidad), etruscos (arco y bóveda), griegos (columna y dintel) aunados con
el ingenio romano (mortero). A todos aquellos tuvo acceso Roma por sus orígenes
(monarquía etrusca), por su proximidad (Magna Grecia) y por su expansión (Próximo
Oriente y norte de África).
Nada
queda del imponente aspecto exterior que debía tener el circo de Tarraco salvo
una torre defensiva en su ángulo noreste, muy modificada en época medieval
(palacio de los reyes de Aragón y luego cárcel) y que se conoce como torre del
Pretorio.
La
construcción fue presa, tras su abandono, del crecimiento de la ciudad que
primero ocupó su arena (aún queda su recuerdo en el espacio abierto de la plaza
de La Font) y pronto también la cavea.
Pero en lugar de desmantelarla, se debió considerar que era lo suficientemente
sólida como para construir las nuevas edificaciones encima de ella (el
Ayuntamiento sobre las cárceres).
Así,
el circo mejor conservado del mundo lo es no porque conserve una enorme
explanada exterior mientras lo constructivo ha desaparecido (como el de Emérita
Augusta y tantos otros) sino porque conserva su corazón, algunas de las
galerías abovedadas (en catalán voltes)
sobre todo en su parte curva, y otras que poco a poco se van descubriendo bajo
la ciudad actual (viviendas y negocios aún las usan).
Los
edificios de espectáculos, así como las obras públicas, tuvieron mayor
relevancia en Roma que en Grecia, sobre todo en época Imperial cuando la
expansión había llegado al limes
(frontera). Encaminados a mantener satisfecha a una ciudadanía cada vez más
numerosa (panem et circenses decía el
poeta Juvenal) frente a un poder imperial cada día más omnímodo, se extendieron
por todo el imperio desde el próximo oriente, al norte de África y, por
supuesto, a Hispania.
Tarraco,
primera ciudad romana (218 a.C. 2ª Guerra Púnica) y pronto capital de la
provincia Tarraconense estuvo llena de ellos: circo por supuesto, pero también
anfiteatro (éste era el edificio de las luchas violentas) y teatro (tan
parecido al griego); y acueducto (de les Ferreres), termas, foros (Provincial y
Local), calzadas, puentes, murallas, puerto… templos menos (templo del Culto
Imperial), que siempre fueron los romanos menos religiosos que los griegos.
A
partir del s. IV (Constantino 313, tolerancia religiosa y Teodosio 395
cristianismo religión oficial) estos espectáculos de multitudes fueron decayendo como símbolos de un pasado pagano y
serán sustituidos por otros de la nueva religión que reutilizará la basílica (edificio
civil de justicia y mercado) como nuevo templo (paleocristiano) capaz de
albergar también a las multitudes frente a los nuevos espectáculo. Pero aunque
esta Roma cristiana también es Roma, en realidad es ya el comienzo de otra
historia.
Comentarios
Publicar un comentario