CIERVA DEL PARPALLÓ (Gandía, Valencia)
Grabado sobre placa de caliza, arte
mueble
Paleolítico Superior (Solutrense)
21.000-17.000 B.P.
Es
una de las 5.034 plaquetas encontradas en este abrigo valenciano, algunas de
las cuales están también pintadas, incluso por sus dos caras.
Estilísticamente
pertenecerían a la tradición del arte rupestre franco-cantábrico por sus rasgos
formales. Sin embargo rompen esa vieja denominación al ubicarse lejos del área
cántabro-aquitana, ser mobiliar y no parietal, encontrarse en un abrigo al aire
libre y no en el interior de una cueva y no reproducir ningún animal de fauna
fría.
Este
arte paleolítico “deslocalizado” (Levante, Andalucía, Extremadura) por lo
excepcional y disperso no rompe la abundancia
y cohesión del franco-cantábrico con lo que es difícil llegar a conclusiones
sobre el mismo.
La
placa de caliza está grabada a buril por una de sus caras y representa una
cierva cuyo perfil se adapta a la forma de la piedra.
El
hombre moderno que la realizó vivía en un medio más frío que el actual (Cuarta
glaciación, Würm) aunque por la latitud y proximidad al Mediterráneo la fauna
que cazaba (y que pintaba) no era la fría de la cornisa cantábrica sino
templada (ciervos, cabras, caballos, conejos). Estos animales eran la base de
la economía depredadora de cazadores-recolectores.
Los
animales (766) se representan aislados o como mucho superpuestos
(cierva/caballo) sin formar escenas y generalmente estáticos. Cuando hay
pintura los colores son sobre todo negro, ocre y amarillo.
La
mayoría de las placas contienen signos (4022) y solo unas pocas pueden
representar la figura humana (8 antropomorfos).
La
precisión realista con que se los representa posiblemente tenga que ver no con
una intencionalidad estética sino con una finalidad mágica de posesión de lo
pintado-grabado (arte propiciatorio de la caza). Aunque se nos escapa el porqué
en lugar de buscar el lugar recóndito y oscuro de una cueva (como en el norte)
se prefiere depositar estas piezas muebles en esta suerte de santuario casi al
aire libre. Quizá la elección de este lugar tenga que ver con el hecho de que
el interior del abrigo sólo es alcanzado por los rayos de sol en el solsticio
de invierno.
Sin
embargo las placas se han ido encontrando en los diferentes estratos de
ocupación, lo que hace pensar en que tendrían un valor mágico puntual tras el
que se desecharían sin valor por lo que aparecen mezcladas con todo tipo de
restos (carbones, huesos calcinados, instrumentos líticos) y a diferentes
niveles (desde el gravetiense al magdaleniense).
Con
todo lo dicho, morfológicamente esta pieza se relaciona con pinturas y grabados
del norte cantábrico (Tito Bustillo, El Castillo, Santimamiñe) que se han
considerado desde el comienzo de la arqueología prehistórica como el arte más
antiguo.
Sin
embargo, estudios muy recientes (Science
2018) han permitido datar algunas pinturas de este tipo (signos tipo
tectiformes y manos en negativo de la cueva de las Monedas en Cantabria, de
Maltravieso en Cáceres y Arnales en Málaga) más allá de los 65.000 años. Lo que
significa que en ese momento no había llegado a Europa el hombre moderno y que
fueron realizadas por neandertales. Lo que eleva a esta especie extinta a un
nivel de inteligencia simbólica que no se le suponía. Sin duda el origen del
arte se remonta mucho más allá y se ha perdido para siempre porque se hizo en
forma de pinturas y tatuajes corporales.
Finalizado
el Paleolítico, cambiado el clima y con él los recursos naturales, fueron
cambiando las formas de vida y por tanto sus manifestaciones. En el Mesolítico
y sobre todo en el Neolítico, en esta área mediterránea se desarrollará una
nueva modalidad de arte denominado levantino, tendente a la estilización de las
formas de los animales y sobre todo de la figura humana que aparece por doquier, con monocromía y
composición de escenas. En el Calcolítico y Bronce evolucionará hacia una
pintura esquemática.
La
forma de vida en el Paleolítico Superior giraba en torno a la caza, la pesca y
la recolección con técnicas e instrumental lítico y óseo ya muy especializado.
El homo sapiens seguía siendo nómada pero se movía en grupos reducidos de 10-12
individuos en un área restringida con lugares de ocupación estacional como la
cueva de El Parpalló. Un santuario (e incluso lugar de enterramiento) y al
tiempo un lugar de habitación ideal para otear la caza entre la montaña y la
costa.
La
cueva, que recibe su nombre de un pájaro (parpalló
o avión zapador que anidaba a la entrada) fue refugio de pastores y ganado hasta
que en 1872 se hallaron los primeros materiales arqueológicos. En 1913 apareció
el primer objeto de arte mueble, pero la cueva no se excavó por completo hasta 1929-31
por Luis Pericot. Se hallaron 8,5 m de sedimentos.
Recientemente
se ha descubierto un caballo grabado in situ, sobre la gran estalagmita. Arte
rupestre parietal por fin.
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